Ana María Rueda o los pequeños milagros de un jardín

Ana María Rueda o los pequeños milagros de un jardín

La artista presenta una espectacular exposición en la galería Espacio Continuo de Bogotá.

Un jardín propio’, la exposición de Ana María Rueda en la Galería Espacio Continuo de Bogotá (calle 77A n.º 12A-35), está llena de pequeños milagros. Rueda es una verdadera maestra en el arte de hacer hablar los objetos. Sus obras hablan de la calle, de la indigencia, del abandono, de heridas y cicatrices, pero también de las maravillas invisibles que están al alcance de la mano. En el segundo piso, por ejemplo, hay una escultura hecha con ramas secas del bosque, tomadas de un cerro de Bogotá, que podría estar en cualquier retrospectiva de arte contemporáneo latinoamericano; no solo tiene una belleza espectacular, sino que, con un par de detalles, cierra todo un discurso que va desde los golpes hasta la sanación.

Rueda habla de heridas y de verdades incómodas, pero nunca cae en la obviedad; detrás de un lienzo negro puede estar un indigente bajo la lluvia, una rama seca puede estar atada con otra como si hubiera salido de un hospital; las esculturas de unos ladrillos pueden honrar el trabajo y, al mismo tiempo, denunciar la explotación laboral. Es una exposición para ver una y otra vez; para tocar, para sentir, para sorprenderse con sus esculturas de bronce. Rueda –una de las artistas más poderosas de su generación– hizo su autorretrato para EL TIEMPO.

¿Recuerda quién compró su primera obra?

Sí, Álvaro Mutis compró una pintura en mi primera exposición individual en la Garcés Velásquez en 1980.
¿A qué artista vivo o muerto le encargaría que pintara su retrato?

Un retrato realizado a cuatro manos por Basquiat y Warhol.

¿Cuál es, hasta ahora, su obra maestra?

La que estoy por hacer…

¿Cuál ha sido su peor crisis creativa?

Durante la pandemia.

¿Duchamp o Picasso?

A ratos uno y a ratos el otro, y viceversa.

¿Cómo nació esta exposición?

Tuve una experiencia transformadora cuando trabajé en la obra Phoenix para el Premio Luis Caballero que presenté en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en el año 2015. Para realizar ese trabajo, tuve muchos encuentros y diálogos con personas que habían vivido el desplazamiento forzado. Luego, durante la exhibición, tuve innumerables conversaciones con personas que frecuentaban el centro, y que también habían sido sujetas a la misma situación. Sus relatos me enfrentaron a la realidad que vivimos en Colombia y en gran parte del mundo de una manera más directa y personal. Me conmovió presenciar, cara a cara, la fuerza interior que la mayoría de ellos tenía para continuar su camino, por difícil que fuera. Esa experiencia me dejó una sensación muy profunda que me duró por un buen tiempo. Entonces busqué cómo darle forma a esa sensación. El primer impulso, fue meditar sobre eso que nos mantiene adelante: la conexión humana, los vínculos y el intercambio de afectos que dan sentido a nuestra existencia. A partir de este impulso, quise explorar esa fuerza de vida que sostiene al ser humano ante la adversidad, sobre todo en términos del cuidado hacia el dolor del otro y del tiempo que se requiere para sanar. Para esto, exploré una variedad de lenguajes y materiales que me permitían hablar de la fragilidad, de la fortaleza en lo frágil, de lo quebrado y de su reparación, y de la cicatriz que ya es cuando la herida está curada. Todos los elementos de la exposición integran un jardín imaginario; por eso el título de la exposición. Escogí el jardín porque es un espacio propicio para la reparación física y emocional. El jardín es un espacio de transición que permite que uno se reconozca a sí mismo en sus mejores posibilidades.

¿Cuál es el encanto de las pequeñas cosas que se encuentran en la calle o en el bosque?

Encierran la poética de lo frágil, pero también de lo fuerte en lo frágil, de lo que necesita ser cuidado, reparado, observado y amado, y de no ser sustituido.

¿Cuál fue la primera obra de arte que vio en su vida?

Un ramillete de pensamientos azules pintada por mi mamá y una copia del cuadro de La dama y el armiño de Leonardo da Vinci que tenía mi abuela en la sala de su casa.

¿Conserva sus dibujos de niña?

Solo en la memoria.

¿Considera que es una genio?

Me esmero bastante con lo del genio, me va mejor cuando lo tengo bueno.

¿Para usted cuál es el artista vivo más importante del mundo?

Son muchos y varían según las perspectivas desde las cuales los estoy mirando. Hoy, por ejemplo, escogería a Olafur Eliasson por sus experimentos.

¿Con qué artista le gustaría exponer en la misma sala?

Estar al lado de Wolfgang Laib sería un inmenso privilegio.

¿Qué obra del arte universal le gustaría tener en la sala de su casa?

Blanco sobre blanco de Malevich.

https://www.eltiempo.com