Las argentinas Mónica Millán, Nora Correas, Anahí Cáceres, Florencia Sadir y la peruana Chonon Bensho abordan temas de la ecología mediante un tratamiento onírico.
Hasta el 26 de enero en la nueva Galería W, en San Telmo.
Principalmente en torno a la tierra y las amenazas que la acechan, los saberes ancestrales y el mundo distópico, giran las cinco muestras que corresponden a la programación semestral de la flamante sede de la galería W, en San Telmo. Desplegadas en las tres plantas del edificio construido con el propósito de albergar a la colección Helft en la década del 80, y también en el exterior, cuyo jardín escalonado fue diseñado por Gonzalo Etchegorry.
Al recorrer el espacio, una vinculación posible surge entre Anahí Cáceres y Nora Correas, quienes comparten referencia epocal, con piezas situadas hace más de treinta años. Y si con Árbol de Agua, la primera de ellas, curada por Sebastián Vidal Mackinson, retoma el estudio lingüístico y antropológico que llevó a cabo en Temuco, Chile, extensivo a su interés por los rituales, mediante el arte digital del que fue pionera en Argentina, Correas –bajo la curaduría de Florencia Qualina– hace lo propio con Lentos presentimientos, claras alucinaciones, donde el conjunto de obras Cota, Capa, Casa, Cosa, confeccionado con vidrios, hierros, juncos y maderas, se encarga de la pregunta por el devenir, luego revisitada en los corsets realizados en cemento y arena.
Se suma Geometría de Humo, la instalación a cielo abierto de la salteña Florencia Sadir, curada por Andrei Fernández. Un hábitat edificado a partir de módulos de cerámica cocida, intervenidos con escrituras y otros rasgos, que conforman una poética donde la conversación se da entre ese armado, el paisaje actual y el que la artista trae aparejado.
Sobresalen las obras de Chonon Bensho, que se está presentando con una muestra homónima, la misma que puede ser relacionada con Barroco Ao po’i, las creaciones de la misionera Mónica Millán. Ambas artistas coinciden en privilegiar las piezas bordadas, visibilizar los conocimientos transmitidos de generación en generación –hibridados con la educación formal académica– y observar a la naturaleza como tema, ya sea desde la contemplación, en la relectura de otras representaciones o mediante un abordaje onírico. A eso se agrega la alusión al tiempo relativo al hacer y al que trasciende a través del rescate de los saberes de antaño, como respuesta artesanal a la presente catástrofe ecológica y por qué no al futuro más cercano.
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