El sueño de un coleccionista

El sueño de un coleccionista

La Colección Narbona, una de las más importantes del país, deja ver algunas de sus obras más representativas en una exhibición en Centro Espacio Arte. Obras de importantes artistas latinoamericanos de esta colección estarán a la vista del público en este homenaje a su artífice, Marcelo Narbona.

Espacio Arte marcó su apertura con una exhibición del maestro Guillermo Trujillo. Un listón bastante alto que había que mantener en su segunda propuesta. Y luego de la presentación de un gran artista, el paso obligado parecía ser la presentación de un gran coleccionista.
Fundación Los Carbonell entró en conversaciones con Colección Narbona para presentar la exposición que abrió sus puertas el pasado viernes y que se titula “Relaciones originarias”, un pequeño vistazo a la colección de arte que el arquitecto Marcelo Narbona dio forma por unas seis décadas.

La exposición nació de un encuentro informal entre las hijas del arquitecto, quienes manejan la colección con Fundación Los Carbonell y les propone presentar una muestra a manera de homenaje a uno de los mayores coleccionistas de arte del país.

La curaduría estuvo a cargo de Sandra García Herrera, curadora de la sala y Gladys Turner Bosso como invitada. Fueron tres meses de trabajo continuo, un lapso de tiempo corto pero muy intenso para escudriñar en una de las colecciones más importantes de Panamá y probablemente la más extensa.

“Tiene cerca de 2,700 obras. Lo que se está presentando no llega al 2% de la colección completa”, advierte Turner. “Había que analizar obra por obra con criterios diferentes, evaluar la cantidad de artistas de cada país, por ejemplo, evaluar las temáticas los tópicos que formaban parte del imaginario que el arquitecto había creado a través de su colección. Fue una tarea difícil para tres meses de trabajo”, admite.

“Nos parecía que era perfecto para el inicio. Era como un bautizo para Espacio Arte”. Comenta García Herrera. Y con ello, una gran responsabilidad. La tarea inicial fue constatar la nacionalidad de las obras y constatar que se trata de una colección de arte latinoamericano. Valorar que la mayoría de los países de la región estuviese representada. “Eso lo logramos hacer aún cuando no todos los países estuviesen representados en la muestra. Tuvimos que estudiar la colección”, dice García.

A partir de allí se estudiaron todas las posibles variables para establecer la muestra. “De alguna manera tratamos de que la muestra se apegue a la realidad de la colección. Otro criterio es ver cuáles son esos temas reincidentes en el arquitecto: temas de paisaje, no solo paisaje natural; temas sobre la ciudad, las ancestralidades; el arquitecto estuvo muy atraído a la ritualidad caribeña y de los pueblos originarios, pero de una manera, por supuesto, muy sofisticada. Y así fuimos sacando varios ejes para reflejarlos en la muestra”, detalla Turner.

Otro elemento que se tomó en consideración fue la presencia de artistas mujeres. “Como en casi todas las colecciones del mundo, incluyendo a los museos, la representación de las mujeres es muy poca y decidimos tener presencia de artistas femeninas tal vez no reflejando la cantidad que había en la colección, pero sí representándola”, cuenta.

Las curadoras decidieron hacer una preselección de forma separada. Cada una de ellas estableció una lista de obras que consideraban debían estar presentes y para su sorpresa, tuvieron muchas coincidencias.

“Diría que hubo un 75% de coincidencias. Luego hubo algunas pequeñas negociaciones”, dice Turner. “Esto habla de la calidad de las obras, porque si dos personas que nos dedicamos al arte, pero que venimos de contextos completamente diferentes coincidíamos en tantas piezas, es porque se trata de muy buenas obras”, reflexiona García. Eso nos allanó el camino y dijimos ‘estas evidentemente van a estar. Después empezaron esos descartes que son siempre muy difíciles porque parten muchas veces del criterio personal”, agrega.

Se pueden tener algunas obras preferidas, pero la idea es ser lo más objetivo posible y destacar qué es lo mejor para la exposición, qué es lo que se debe mostrar. “Hay obras que no nos gustan personalmente, pero sabíamos que son de artistas importantes para la región, obras importantes. Igualmente debíamos tener obras de artistas a nivel local. El discurso debía cuajar”, argumenta Turner.

Y el mayor enemigo es el espacio. Se estableció una cantidad de obras considerando el metraje de la sala y aunque en papel los números digan una cosa, cuando la obra está sobre la pared, esa realidad puede cambiar.

“El espacio es finito. Nunca se puede llegar a la exposición ideal que uno quisiera. Uno se contenta con el resultado, pero el criterio ideal que uno tiene, casi nunca se logra. Esos son detalles que el público no ve”, afirma García. Se trata de una tarea muy complicada tratándose de una colección tan extensa.

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