Una “muñeca rusa”: el palacio de Versalles se alojará dentro del porteño Errázuriz
En la sede del Museo Nacional de Arte Decorativo, la muestra más grande que haya hecho Nahuel Vecino vinculará la antigua residencia real francesa con el barrio local homónimo
Algo se está transformando en el Palacio Errázuriz, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). Como si fuera una muñeca rusa, el edificio diseñado en 1911 por el arquitecto René Sergent se dispone a alojar desde el 25 de este mes Versalles, la muestra más grande que haya hecho Nahuel Vecino, un artista nacido en Buenos Aires en 1977 y habituado a establecer múltiples conexiones en sus pinturas.
Así como en Pompeya, la exposición exhibida en 2008 en el Centro Cultural Recoleta, vinculaba la antigua ciudad romana con el barrio porteño, ahora se dispone a continuar ese juego metonímico. Con una sola palabra evocará tanto la antigua residencia construida por el rey Luis XIV en la localidad francesa como otro barrio de Buenos Aires, nombrado así en su honor por el exintendente José Guerrico.
No podría haber un lugar más indicado para crear este puente imaginario que atraviesa el tiempo y el espacio, a la manera de Julio Cortázar en “El otro cielo” o de Jorge Macchi cuando recreó dentro de la galería Ruth Benzacar, en Villa Crespo, sus salas de Florida 1000. Ahora, un “Salón de los rechazados” con obras de Vecino actualizará la exposición de las desestimadas por el jurado oficial del Salón de París de 1863, que hizo posible el nacimiento del impresionismo y la creación del salón de los independientes.
“El comedor de los Errázuriz, diseñado en 1916 por el decorador francés Georges Hoentschel, está inspirado en el Salón de Hércules del Palacio de Versalles", dice Hugo Pontoriero, director del museoGentileza MNAD
“El comedor de los Errázuriz, diseñado en 1916 por el decorador francés Georges Hoentschel, está inspirado en el Salón de Hércules del Palacio de Versalles –recordó a LA NACION Hugo Pontoriero, director del MNAD-. Nahuel Vecino se inspira en el Palacio Errázuriz y sus ecos versallescos, los rescata y también los cuestiona. Es una mirada muy argentina de un lugar absolutamente eurocéntrico, y ese contrapunto es válido y novedoso”.
Las casi setenta obras recientes que se exhibirán en cuatro salas del museo permanecen ahora ordenadas en el taller de Vecino, en Paternal. Entre ellas se cuentan las naturalezas muertas que incluyen envases de Tetra Brik y botellas de gaseosa cortadas, tal como se usan para tomar Fernet. Una de ellas incluye algunas monedas y una anguila, en homenaje a Edouard Manet. Otra, una mariposa parada sobre un billete de dos pesos.
“Hay algo de lo devaluado”, observa Vecino, quien se identifica con lo que llama un “rococó sudamericano”. Hay algo según él de Eugène Delacroix y de Los caprichos de Francisco de Goya en las sanguinas que se desplegarán en el Salón de Baile. “También me copé con los impresionistas, con Cézanne, con Gauguin –agrega-. Tuve como reconexión muy fuerte con eso. Juego desde chico a ese diálogo, a ver si soy uno de ellos”.
Se refiere a los maestros que descubrió en Pinacoteca de los genios, la colección de fascículos editada por Codex que su padre le compraba en la calle Corrientes. “Mis padres eran hippies –recuerda-, los dos pintaban. Papá era artesano y devino orfebre, estudió bellas artes. Era muy amigo de Miguel Abuelo, de Spinetta, de Fernando Noy. Tenía una especie de devoción muy extraña por los grandes maestros del pasado e ideó como un plan macabro muy siglo XX: según el paradigma picassiano el niño tenía que dibujar como Miguel Ángel, aprender la técnica del gran maestro y después ‘romper la forma’ para ser canchero digamos. Mi papá tenía ese proyecto para mí. Pero yo nunca hice eso de romper la forma”.
Lea mas