Residía en la capital de Dinamarca desde la década de 1980; creó una obra en la que coexistían tradiciones artísticas latinoamericanas y europeas; era el hermano gemelo del artista Adolfo Nigro, fallecido en 2018
Este viernes, a los 82 años, murió en Copenhague, el artista Jorge Nigro, informó su familia. Había nacido en Rosario el 24 de septiembre de 1942. El funeral se hará en la capital de Dinamarca donde residía desde la década de 1980, acogido como exiliado, y allí serán enterrados sus restos. Era el hermano gemelo del artista Adolfo Nigro, que murió a los 75 años. De jóvenes, los hermanos Nigro habían asistido al taller del artista uruguayo José Gurvich, en Montevideo.
A los diez años, Nigro había tomado un curso clásico de dibujo; a los catorce, ingresó en la Escuela de Artes Visuales de Buenos Aires, donde su formación de cuatro años se basaba en la tradición de la Bauhaus: aprendió dibujo, gráfica, escultura, pintura, historia del arte, filosofía, sistemas de composición, morfología y geometría. Entre 1966 y 1969 vivió en Montevideo, donde formó parte de la escuela del artista Joaquín Torres García, la Escuela del Sur, y se dedicó al estudio de la filosofía del arte del “Constructivismo universal”.
En Montevideo, su maestro fue Gurvich, discípulo directo de Torres García. “De él aprendió que el arte es una herramienta para contar historias, que debe trabajarse con precisión y simplicidad, y que la inspiración debe surgir de la vida cotidiana del pueblo -dice a LA NACION Gabriel Nigro, uno de los hijos del artista-. Además, Gurvich le enseñó a trabajar con alegría, un concepto esencial del hasidismo, que también se reflejaba en la obra de su maestro. Tras estas etapas formativas, Jorge siguió su propio camino hacia una vida más concreta, buscando siempre crear un diálogo con ella. Así, durante más de diez años, su estilo fue intimista, analítico y realista”.
De 1982 a 1983, vivió en Río de Janeiro, experiencia que sumó una nueva influencia cultural a su obra. En 1983 se trasladó a Dinamarca, y desde entonces, sus pinturas se vieron influenciadas por el encuentro con la cultura europea. A partir de ese momento, desarrolló el “estilo tardío” que lo caracteriza. Desde los años 2000, había sistematizado su obra en torno a doce símbolos básicos, en armonía con los ciclos de la naturaleza y las estaciones del año. Su trabajo se centró en desarrollar las posibilidades que estos símbolos le ofrecían. Sus obras tienen raíces tanto en la tradición precolombina y latinoamericana como en la tradición clásica europea.
Desde 1971, expuso su obra en galerías y centros culturales de Buenos Aires, Montevideo y Copenhague. Además, ilustró varias antologías de poesía latinoamericana y ha participado en diversos proyectos y talleres.
“Mi padre fue mucho más que un artista -concluye Gabriel Nigro-. Crecí rodeado de su mundo creativo, y cada vez que huelo el serpentino, me transporto a mi niñez llena de arte, filosofía y su energía positiva. Era un filósofo, amante de la historia y la cultura, con una sonrisa que lo definía. Recordaré siempre sus frases: ‘Serenidad y alegría’ y ‘Conciencia y confianza’. A veces no entendía lo que decía, pero hoy esas palabras son un legado profundo, como las de un Sócrates moderno. Lo llevo en el corazón por su creatividad, los paseos por museos y su amor por la naturaleza. Se fue mi papá, mi amigo, pero su legado sigue vivo, junto al de mi madre. Me crié con un papá artista y una mamá política [la uruguaya Francia Magallanes que falleció en diciembre de 2024, en Montevideo] en los años 70, tiempos difíciles, pero lo hermoso que me dieron es lo que guardo. Además, lo recordaré por su amor al tango, a Gardel y a la música clásica. Cada noche, me contaba historias de mis abuelos de Rosario, de origen napolitano, llenas de nostalgia y sabiduría. Todo eso sigue siendo parte de mí.”
En Instagram, la investigadora y ensayista Andrea Giunta hizo una semblanza de Jorge Nigro. “Falleció en Dinamarca Jorge Nigro, el hermano gemelo de Adolfo Nigro, el padre de mi hija y compañero durante catorce años. Los hermanos eran idénticos. No podía diferenciarse la voz de uno de la del otro. Cuando jóvenes eran idénticos también físicamente. Luego la vida los fue cambiando. Sus historias son parte de una época que estaría llegando a su fin: la de los artistas e intelectuales que pensaban un mundo distinto y que entendían su arte, sus obras, como configuradoras de un futuro utópico, justo, comprometido. Pensaban su obra como parte de la sociedad. Habían nacido en Rosario, de familia inmigrante. Cuando llegaron a Buenos Aires vivían en un conventillo, los tres hermanos y sus padres en un cuarto. Para los gemelos el arte fue una salida de ese mundo. Muy jóvenes habían viajado a Brasil. Luego fueron a Uruguay y adoraron la cultura y las tradiciones artísticas de ese país.
Armaron allí sus primeras familias y vivieron como artistas. Jorge tuvo que dejar Uruguay durant e la dictadura y partió con su familia. Los acogió Dinamarca. Nunca se adaptó por completo a la vida en ese país tan distinto. Siempre pintó, una pintura más intimista, simbólica y críptica, quizás, que la de Adolfo. Los hermanos se escribían todos los días. Mientras vivimos juntos, para Adolfo era parte del día escribir a su hermano y recibir sus cartas. Imagino que existen cientos de cartas que cuentan qué hacían cada día. [...] Los hermanos vivieron una relación transoceánica manteniéndose cerca, hermanados, como si la distancia no existiera. Hace un mes falleció la hermana menor. La partida de Jorge me deja la sensación de que Adolfo finalmente partió del todo. Los dos tuvieron una relación tan profunda y extraña. Amaban el arte, construían una idea de fusión entre estética y ética que era rara entonces, y que hoy ya no existe. Dejaron una obra inmensa, lúdica y extremadamente delicada”.
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