Los artistas como familia

Los artistas como familia

Los artistas como familia”: reabre la casa de Alberto Heredia como residencia creativa
Impulsada por el Moderno en San Telmo, es la primera de un museo público en la Argentina; el proyecto fue posible gracias al legado de su fallecido dueño y a múltiples aportes de donantes privados

Permaneció cerrado durante casi dos décadas, con sus pertenencias tal cual estaban el día de su muerte en el año 2000. Si bien Alberto Heredia no tuvo hijos y su voluntad fue donar al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires el departamento donde vivió y trabajó en San Telmo, ubicado en un edificio histórico sobre la Avenida Caseros, el trámite sucesorio fue complejo. Y cuando pasó finalmente a manos de la entidad pública, junto con más de quinientas obras de su autoría, la pandemia demoró aún más el proyecto de convertirlo en la primera residencia para artistas y profesionales del arte de un museo público de la Argentina.

Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, y Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires

“Fueron años de importantes desafíos para los equipos de patrimonio y conservación del museo, que trabajaron mucho para despejar e inventariar la casa”, dijo hoy Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, al abrir a la prensa e invitados especiales este nuevo espacio destinado a fortalecer el sistema nacional del arte. En los 157m2 que incluyen dos habitaciones y un taller podrán alojarse, producir e investigar visitantes de las provincias –como la rosarina Eugenia Calvo, que lo estrenará el mes próximo durante la creación de una obra para el museo- y de otros países en programas de intercambio.

“Alberto decidió que su familia era la familia del arte y los artistas, sus hermanos”, agregó Laura Buccellato, amiga de Heredia y exdirectora del Moderno, que le dedicó en 1998 una retrospectiva y un libro. Allí recuerda cómo fue que el artista consiguió esta propiedad, cuando decidió mudarse de un pequeño departamento de la calle Paraná porque ya no tenía lugar para guardar sus obras.

El arquitecto Gerardo Azcuy aportó el proyecto de remodelación y la dirección de obraGonzalo Colini - LA NACIÓN

“Salimos entonces a buscar un sitio más amplio –escribe en el prólogo-. Dimos vueltas por San Telmo hasta que finalmente encontramos el lugar que sería su casa actual. A pesar de que el dinero con que contaba era exactamente la mitad de lo necesario para adquirir la casa que había elegido, se arrodilló y abrazado a las piernas del azorado vendedor, en medio de gemidos y gesticulaciones al grito de ‘¡Aquí me quedo!’ logró convencerlo. Su deseo era tal que lo expresaba en un sentido operístico, como si su vida dependiera de ese ámbito. Era allí o moriría”.
Aún más dramáticas que su personalidad son sus obras, realizadas en muchos casos con materiales de descarte, que tardaron en ser asimiladas por el mercado. Con sus Lenguas y Amordazamientos se anticipó al terror de los años de dictadura, cuando se vio obligado a emigrar a Uruguay tras recibir una amenazadora carta de la Triple A. También entonces, asegura el libro del Moderno, los colegas acudieron en su ayuda.

Todavía hoy recibe ese apoyo incondicional. Mientras la Fundación Azcuy donó el proyecto de remodelación y la dirección de obra; ArtHaus hizo su aporte para lanzar el programa de residencias y Joanne Cattarossi Estudio, se ocupó sin cargo del diseño de interiorismo, que incluye las premiadas sillas creadas por el salteño Francisco Gómez Paz. También la Asociación Amigos del Moderno se contó entre los principales sponsors de la iniciativa.

“No es un proyecto aislado de esta institución, que está en permanente diálogo con el ahora y con su entorno”, reconoció Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. “Sabemos que la Argentina –agregó- no es un país sencillo para impulsar proyectos que van a tener impacto en el mediano y el largo plazo”. Aunque es más fácil, claro, si se sabe elegir a la familia.

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