Carlos Castaño, oriundo de Antioquia, ha reproducido cerca de 300 cuadros del recordado maestro.
ACarlos Castaño no solo le ha tocado lidiar con el nombre que lleva, sino con las premuras y descalabros de la pobreza, la violencia y el destierro: humilde y paciente, con el aguante de un camello y sus cargas a cuestas.
A temprana edad, Castaño descubrió su habilidad como dibujante. Con crayones y añicos de lápices de colores plasmaba en el papel lo que rodeaba su entorno rural: la campiña de su natal Cocorná: la naturaleza en su pulpa y colorido, las águilas que bajaban de la montaña de todos los verdes a rumiar los desechos de comida del vecindario, la fiesta del mercado de plaza los domingos.
Los profesores que seguían y admiraban su trazo, compraban canecas de pintura para encomendarle al "pequeño genio" que decorara las paredes de la escuela. El alcalde no se dejó echar tierra y le pagó para que embelleciera con sus dibujos la sede de su despacho. Y los pudientes del pueblo, los comerciantes, las señoras de los salones de belleza, y las de entre casa.
Fue la primera incursión del adolescente en el muralismo. Por su visión y habilidad, Castaño prometía un gran futuro como artista, pero su padre, agricultor, no le paraba muchas bolas al talento artístico del retoño porque lo requería en pie de sementera con los instrumentos de labranza.
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