La Biennale di Venezia en 2024:
entre la audacia y el exotismo
Una mirada a uno de los principales encuentros de arte a nivel mundial, desde los ojos de un artista panameño en una edición en que Panamá tuvo una relevante presencia
Todos los canales llevan a Venecia, dice un viejo refrán marinero. Y así lo demuestra la sexagésima edición de la Bienal de Venecia, el encuentro más célebre de las artes desde el siglo XIX. Bajo el paraguas de su título, “Extranjeros por todas partes”, congregó especialmente a artistas y delegaciones de América latina, África, Asia y Oceanía (denominados el Sur Global”), entre ellos el primer pabellón de Panamá. También es la primera vez, desde su fundación en 1895, que la dirige un latinoamericano: el curador brasileño Adriano Pedrosa, quien invitó en el pabellón central a una mayoría de artistas indígenas y migrantes que tocan el tema de la representación de género y la descolonización. ¿Es la condición personal y colectiva o la posición política lo que define actualmente lo que es arte? ¿Es esta una propuesta audaz que busca provocar?
Más allá de la inclusión y la descolonización
Desde hace más de tres décadas, la incorporación de grupos o comunidades fuera del mundo y del sistema de poder del arte ha ido in crescendo, desde performances en la TATE Modern de Londres a mediados de los noventa a contradictorios proyectos comunitarios en la Bienal de La Habana antes de la pandemia. La canonización de este proceso de inclusión y descolonización a nivel global ha sido Venecia este año. Este proceso ha tenido una historia accidentada: en sus inicios estuvo repleta de sorpresa y crítica, especialmente hacia el sistema del arte, quien progresivamente adoptó estos principios para asegurar fondos estatales y una reputación de conciencia social.
Se trata de un proceso, que, analizándolo bien, desbanca la idea romántica del arte como salvador y más bien reconoce la complejidad de la naturaleza humana y el lenguaje artístico, las estructuras de poder, las grandes diferencias de realidades en el mundo y la simplificación de la idea de estética o estéticas a partir de estas diferencias. También hay que tomar en cuenta el crecimiento de la enorme influencia de galerías privadas que aportan jugosamente a la promoción de sus artistas en los museos locales de arte contemporáneo y en la financiación de los pabellones nacionales, como ha ocurrido en el pasado con Gran Bretaña y los Estados Unidos. Por eso la Bienal de Venecia de este año, como parte de esa historia, está llena de obras maravillosas que resisten a ser vistas únicamente a través de un prisma político, de precios, por el número de asistentes o por la popularidad inducida en las redes sociales, así como también a formar parte del sinnúmero de obras exotizadas por sus curadores, patrocinadores o los mismos artistas.
Leones y poemas visuales
Una de las obras que más me impactó por su complejidad y belleza fue la instalación del artista australiano Archie Moore, quien se llevó el gran premio de la Bienal: el León de Oro, junto con el colectivo maorí neozelandés Mataaho. Conversé con Moore sobre nuestras opuestas perspectivas del océano Pacífico mientras visitaba su obra, titulada ‘Kith and Kin’, y leía en las paredes del inmenso pabellón australiano su mutilado árbol genealógico (aborigen y europeo) escrito a mano: un pizarrón sinfín. En el medio de la sala, como un altar a la memoria, se exponen archivos oficiales con historias de abusos a aborígenes rodeados por un estrecho foso de agua, bálsamo de reconciliación.
Para Glenda León, artista cubana residente en Madrid y una de las más destacadas de América Latina, sus obras favoritas fueron las del Pabellón de Japón con la artista Yuko Mohri, que combina y crea endebles y delicadas máquinas de sobrevivencia utilizando herramientas comunes, objetos caseros y frutas -una metáfora intima de la supervivencia– y la obra del artista surcoreano Lee Ufan, organizada por la fundación Berggreun en el Palazzo Diedo, en la que combina simples formas geométricas, materiales nobles y luz en el espacio palaciego: “poesía visual”, de acuerdo a León.