Los gobiernos temen a las artes visuales

Los gobiernos temen a las artes visuales

    Recién electa titular de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), la historiadora polaca Małgorzata Kaźmierczak visitó la Argentina, y habló de los desafíos en materia de libertad de expresión.
Małgorzata Kaźmierczak fue elegida en enero presidenta de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA). No casualmente uno de los ejes de su gestión en los próximos tres años será el tratamiento de la libertad de expresión y la censura. Nacida en Cracovia, en 1979, Kazmierczak es doctora en Historia y se especializa en performance.

De visita en la Argentina (estuvo en Buenos Aires y Rosario) con una activa agenda vinculada a su investigación sobre la performance local y como presidenta de la AICA, la especialista mantuvo encuentros con historiadores del arte y varios de los miembros de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (AACA). Presidida por Florencia Battiti (con Fernando Farina en la vicepresidencia), la institución participa de forma dinámica dentro de la organización internacional. La sección argentina, fundada en 1951 por impulso de Jorge Romero Brest, cuenta con 64 miembros activos entre críticos de arte, curadores, historiadores del arte y gestores culturales de todo el país.

En tanto, la internacional se fundó en 1950, tras dos congresos celebrados en 1948 y 1949 en la sede de la UNESCO en París. Hoy, 62 países miembros la conforman. Kaźmierczak conversó con Ñ durante una tarde de sábado sobre la libertad de expresión, la importancia, necesidad y ampliación del concepto de crítica de arte en este siglo, su impacto, en un fluido español.
-¿Qué se entiende hoy por crítica de arte?

-Cada uno tiene su definición, pero para mí es una postura hacia la realidad y hacia el arte, hacia la política cultural de tu país. Eso se puede expresar con una reseña, un texto, una muestra. A veces hay períodos, cuando no se pueden organizar muestras ni escribir reseñas porque hay censura o por problemas económicos, durante los cuales, sin embargo, sí se puede participar en charlas y discusiones sobre arte. El arte es siempre parte de la vida social. Necesitamos seguir cuestionando todo. Para nuestra comunidad en Polonia, la crítica de arte es importante. Incluso después de que aparece un texto crítico en una revista lo discutimos. Es como la crítica después de la crítica.

-¿Está en crisis la crítica?

-Siempre se habla de la crisis de la crítica y que cada vez hay menos revistas. Pero cuando lo analizás históricamente se habla de esta crisis desde los años 50. Claro que es un problema cuando se cierran revistas por motivos económicos, pero eso no significa que no hay crítica de arte o que no es importante. Siempre ha sido importante y va a existir en otras formas tal vez. Ahora es más fácil con las redes sociales. Hay gente que hace crítica en Youtube y comentan sobre muestras en vivo. Hay países en este mundo en donde no se puede hacer de otra manera tampoco. En los años 90, en Polonia, no existía casi nada y cuando pudimos tener Internet todo se mudó a la virtualidad. Y ahora leemos esos textos como clásicos sobre algunas muestras y artistas. La forma no importa.
-¿Qué impacto pueden tener en el público?

-Si la crítica es inteligente y profunda tiene impacto. En mi caso, después de leer una crítica puedo cambiar de opinión. Por ejemplo, respecto de la Bienal de Venecia yo esperaba la crítica de especialistas de distintos países para saber qué opinaban, porque tal vez no veía algo que otros sí al haber tantas obras de distintos lugares. Para mí es muy importante lo que los críticos escriben y especialmente en relación a eventos internacionales.

-Con frecuencia marcas diferencias entre lo que sucede en Europa occidental y oriental.

-Sí, nosotros que estamos en Europa oriental somos luchadores y por eso tenemos tanto cariño con América latina porque sentimos un poco parecido. Nunca hemos tenido tiempos fáciles para el pueblo, para el país, para el arte. Después de la guerra construimos países nuevos, casi desde cero. Nuestros artistas importantes no son tan conocidos como los de Europa occidental porque falta mercado, falta promoción. Pero el arte sigue siendo más interesante de esta manera porque la gente necesita luchar para poder mostrar y hacer arte en general.

-Ser presidenta de la AICA te proporciona una visión global de lo que sucede en distintas partes del mundo. ¿Las artes visuales pueden ser consideradas peligrosas en el siglo XXI?

-La censura y la libertad de expresión son mis temas favoritos. Es muy curioso que los gobiernos tienen miedo a las artes visuales. En Polonia, en los últimos ocho años, tuvimos un gobierno de ultraderecha que nos censuraba por cosas vinculadas a la religión, por blasfemia, en relación a temas como el aborto, los refugiados, la comunidad LGTB. Se cancelaron muestras o se las denunciaron a la policía. Tuvimos un promedio de 300 casos en la justicia por año. Y luego sucedió que hacia el final de ese gobierno no teníamos censura porque nos autocensurábamos. Por eso digo que si hay censura todavía no es tan malo, pero si hay autocensura se acaba todo. Ahora pasa mucho en Eslovaquia y Hungría. Pero también pasa en Europa occidental y en los Estados Unidos por otras razones.

-¿Por qué pensás que se les teme?

-Es interesante pensar por qué esas personas que quieren destruir el arte le ponen tanta atención. Tengo amigas artistas feministas que reciben amenazas de muerte, comentarios locos en redes sociales. Pero no ocurre tanto en América latina, acá hay más discriminación económica en el sentido de que de pronto no se hace algo porque no hay plata. En AICA queremos organizar talleres sobre estos temas. Firmamos un acuerdo para trabajar juntos con la organización Freemuse, que lucha por los derechos humanos en general, pero también por los derechos de autores y la libertad de expresión. Queremos organizar talleres para curadores, críticos, artistas, estudiantes para saber cómo podemos defendernos contra la censura, la discriminación y cuáles son las organizaciones internacionales que nos pueden ayudar. Claro que no podemos cambiar el mundo, pero podemos mostrar una resistencia, podemos cambiar nosotros. Es muy importante pensar en que si hay un artista censurado en una muestra qué deben de hacer los otros artistas. Si tal vez sacar sus obras de la muestra en un gesto de solidaridad. Me pasó cuando un texto mío fue censurado en un catálogo y entonces el otro crítico dijo que retiraba el suyo y no hubo catálogo. Esos gestos son importantes, aunque a veces es difícil decidir porque las cosas pasan muy rápido. Incluso es posible pensar que es culpa de uno, pero no, la culpa es de los censores.

-¿Cómo aprendiste español?
-La primera vez que vine a Latinoamérica fue en noviembre de 2019, cuando fui a Chile (durante el estallido social) y a Brasil. participé en dos eventos de performance, en Valparaíso y Curitiba. Descubrí que en América latina puedo encontrar el tipo de compromiso e impacto social que busco en el arte en general. Me enamoré del arte latinoamericano. Me matriculé en el curso de la Universidad Jagellónica y empecé por un nivel muy alto, aunque nunca antes lo había aprendido. Fue un gran placer. Luego empezó el Covid-19 y tuve mucho tiempo para ver películas y series en español. Sigo aprendiendo y me encanta descubrir las sutilezas del idioma.

-¿Qué otro eje de gestión te proponés concretar hasta la finalización de tu presidencia?

-Estamos trabajando en incorporar más secciones en América latina, en África y Asia. Quiero descentralizar un poco la AICA porque la mayoría de los socios son de Europa. Y hay secciones que existían, luego desaparecieron, y quiero ayudarles a que vuelvan.
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