Entorno: Un estudio polvoriento en la Florencia renacentista. Astillas de mármol cubren el suelo y esculturas a medio terminar envueltas en sábanas blancas. Michelangelo Buonarroti, un hombre de rostro curtido y ojos intensos, está sentado encorvado sobre una mesa de dibujo.
Usted: Signor Miguel Ángel, gracias por tomarse el tiempo de hablar conmigo hoy.
Miguel Ángel: (Mira hacia arriba, con un atisbo de sospecha en su mirada) Prego. El tiempo es algo precioso, especialmente para alguien que aún tiene mucho por crear. ¿Qué preguntas tiene usted?
Tú: Tu obra adorna algunos de los espacios más sagrados de Roma: la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. ¿Qué te impulsa a crear piezas tan monumentales?
Miguel Ángel: (Suspira) Quizás sea una lucha con la piedra misma. Ver el potencial de la belleza atrapado dentro de un bloque informe y luchar para liberarlo. Es una batalla, una conversación con el material.
Tú: El techo de la Capilla Sixtina, en particular, es una muestra impresionante de anatomía humana e historias divinas. ¿Cómo abordó una empresa tan vasta?
Miguel Ángel: (Señala el techo con una mueca) Ah, la Sixtina. Un proyecto que me robó años de vida y me dejó la espalda doblada para siempre. Requería una comprensión no sólo del arte, sino también de la teología, la anatomía y la ingeniería. Cada figura, cada detalle, debía estar imbuido de significado.
Tú: Algunos te consideran ante todo un escultor. ¿Le resultó frustrante pintar el techo con respecto a su medio preferido?
Miguel Ángel: (Se burla) ¿Frustrante? ¡Fue un tormento! Yo era escultor y me obligaron a acostarme boca arriba con pintura goteando en mis ojos. Pero incluso con el mármol la lucha es la misma. Para eliminar el exceso y revelar la forma que pide ser vista.
Tú: Mirando hacia atrás en tu carrera, ¿hay algún trabajo que consideres tu mayor logro?
Miguel Ángel: (Un largo silencio, luego una sonrisa melancólica) ¿Mi mayor logro? Quizás no sea un solo trabajo, sino el esfuerzo constante. La búsqueda de la perfección, sabiendo que nunca podrá alcanzarse por completo, pero aun así esforzándome.
Usted: Una última pregunta, signor Miguel Ángel. ¿Qué consejo le darías a los aspirantes a artistas del futuro?
Miguel Ángel: (Con los ojos brillando una chispa de fuego) ¡Dibuja, joven! Dibuja constantemente, estudia la forma humana, el mundo que te rodea. Deja que tu pasión sea tu martillo y cincel. Pero recuerda, el verdadero arte no es para los débiles de corazón. Exige sacrificio, sudor y una búsqueda incesante de la chispa divina escondida en lo ordinario.
Latamarte