La locura en el arte brasileño

La locura en el arte brasileño

La belleza de la semana: la locura en el arte brasileño
A diferencia de otros países, los hospitales psiquiátricos de Brasil tuvieron una fuerte presencia en el sistema del arte, con exposiciones destacadas y una notable influencia en las vanguardias
En distintos momentos de su historia, el arte brasileño estuvo ligado, de diferentes maneras, a los hospicios siquiátricos, en los que se desarrollaron novedosos espacios para la expresión artística y que tuvieron muestras destacadas e, incluso, se tradujeron en museos especializados que son referentes a nivel mundial.
El camino inició con las representaciones europeas, entre los siglos XVI y el XIX, con un primer envío centrado en obras de Pieter Brueghel “el Viejo”, William Hogarth, Théodore Géricault, Richard Dadd y Hugues Merle, quienes ponían el ojo en cómo las personas con problemas mentales eran retratadas. En la parte II, se recorrió piezas que se crearon a partir de relatos de la biblia, el psicoanálisis, la literatura y la historia, en las manos de Franz Messerschmidt, William Blake, Millais, Repin y Sorolla, también con el S. XIX como límite.

Brasil es el segundo país en este mapeo sucinto sobre las expresiones de la “locura” en la región, luego de un artículo centrado en Argentina, que recorrió la obra de pintoras y fotógrafos, como Mariette Lydis, Aída Carballo, Emilia Guitérrez, Sara Facio y Alicia D’Amico, y Eduardo Gil.
Es, sin dudas, el país de esta parte del mundo donde se desarrolló una relación más de ida y vuelta que de observación, antropológica, y por eso este nuevo envío sobre acercamientos a la locura se centrará más en los hospicios psiquiátricos, sus fundadores, y los artistas que se acercaron para trabajar en ellos o buscar otra manera de entender el arte, en una dicotomía entre el academicismo y la libertad.
Taller Juquery de artes en la década de 1950 (Alice Brill/ Colección Instituto Moreira Salles)
A principios del siglo XX, el arte de los pacientes psiquiátricos comenzó a ganar atención de la mano del trabajo del anatomopatólogo, psiquiatra e intelectual brasileño Osório César, quien con su enfoque innovador en el arte producido en instituciones psiquiátricas marcó un hito en la relación entre el arte y la psiquiatría en el país.
Influenciado por teorías psicopatológicas europeas, César (1895-1979), que se desempeñaba como psiquiatra en el Hospital del Juquery cerca de São Paulo, adoptó un enfoque diferente al comparar la estética de los pacientes con la de la vanguardia futurista.

César se inspiró en el paradigmático libro de Hans Prinzhorn, “Bildnerei des Geisteskranken” (Expresiones de la locura, 1922) para desarrollar una perspectiva que vinculaba el arte con el psicoanálisis, ya que consideraba que las obras de los pacientes eran una forma de “idolatría” que reflejaba un “eco atávico” de los fetiches ancestrales. De esta manera, se alejaba de la mera expresión de síntomas, sugiriendo que el arte era un proceso terapéutico en sí mismo, se explica en Arte, clínica e loucura: Território em mutação. São Paulo, de Elizabeth Lima.

El interés de César por el arte de los pacientes lo llevó a coleccionar sus obras y a analizarlas en el libro Expresión artística en lo alienado: contribución al estudio de los símbolos en el arte (1929), en el que comparó los dibujos de los niños del Juquery con el arte “primitivo” y “futurista”, explorando la idea de que la creación artística es una necesidad humana fundamental para enfrentar el sufrimiento. En este contexto, el arte se convirtió en una herramienta esencial para la vida de los internos, permitiéndoles objetivar sus alucinaciones y delirios. Así, César fomentó la producción artística y estableció conexiones con la escena modernista de San Pablo, en especial con los de la histórica Semana de Arte Moderno del ‘22.

Durante los ‘40 dirigió la Escuela Libre de Artes Plásticas, desde donde promovió más de cincuenta exposiciones de dibujos y pinturas de sus internos, atrayendo la atención de artistas, críticos y escritores como Tarsila do Amaral, Niobe Xandó, Flávio de Carvalho -precursor de la performance no reconocido-, Mário de Andrade, Lourival Gomes Machado y Quirino da Silva, entre otros.

El reconocimiento de la importancia de la producción de los “locos” por los artistas modernistas llega a motivar el proyecto de un Salón de Arte de los Alienados como parte de la Segunda Semana de Arte Moderno, prevista para 1942, pero que no llegó a realizarse
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