El arte de la escultura en la antigüedad

El arte de la escultura en la antigüedad

Del arte púnico y grecopúnico se conservan muchas estatuas, en general femeninas, y bustos de barro cocido, junto con una diversidad de amuletos de marfil y de metal que se descubrieron en las necrópolis de Ibiza y Formentera. Se calcula que las más antiguas son obras del siglo VIII a. C. y su fabricación tuvo continuidad hasta muy avanzada la dominación romana. En cuanto a la escultura ibera las obras encontradas son de piedra y bronce y provienen de tres grandes áreas del sur, centro y el levante de la península ibérica, destacando el excelente busto de piedra de la Dama de Elche, de inspiración griega.

La estatuaria arcaica fue principalmente religiosa. Los templos se decoraban con imágenes de los dioses, de sus hazañas y batallas, y las figuras eran poco realistas. Las korai y los kouroi no son retratos de personas concretas, a los rostros se les ponía una sonrisa ficticia, un gesto facial conocido en el mundo del arte como «sonrisa arcaica». De este periodo cabe citar la Cabeza de Dipilón, fragmento de una estatua colosal de mármol del siglo VI a. C. y el Jinete Rampin (c. 560 a. C.) obra posterior que presenta un tratamiento más cercano al naturalismo.​ La escultura griega alcanzó un elevado grado de perfección, calidad que venía impulsada por la búsqueda de una mejor expresión de la belleza de la figura humana; llegaron a establecer un canon con unas proporciones consideradas «perfectas». Desgraciadamente, el Auriga de Delfos, la pareja de los Bronces de Riace junto con la del Dios del cabo Artemisio forman parte de las pocas esculturas griegas en bronce que se conservan completas. Uno de los artistas más significativo del período clásico fue Praxíteles, autor del magnífico Hermes con Dioniso niño . Durante el período helénico se observa que en la creación de esculturas, hay una clara intención de intensificar el movimiento y acentuar las emociones como se puede observar en el conjunto escultórico de Laocoonte y sus hijos.

La escultura etrusca (siglo IX a. C.—siglo I a. C.) derivaba del arte griego, pero también realizaron obras con unas características propias.​ La estatuaria vinculada a los contextos fúnebres es, la producción etrusca más abundante y el material de elección, por regla general, era la terracota, como el célebre Sarcófago de los esposos.​ Posteriormente, la escultura romana recibió la influencia de la etrusca y de la griega, y los artistas romanos llegaron a realizar numerosas copias de obras griegas. Cabe destacar las esculturas conmemorativas, como las de la Columna de Trajano (114), donde se narran varias batallas en una espiral continua que ocupa toda la superficie de la columna, o la Estatua ecuestre de Marco Aurelio. Pero uno de los tipos de escultura que más desarrollaron fueron los retratos, obras realistas con un marcado carácter psicológico que se realizaron en todo el Imperio Romano.

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