LOS 10 PINTORES ESPAÑOLES MÁS INFLUYENTES DE LA HISTORIA

LOS 10 PINTORES ESPAÑOLES MÁS INFLUYENTES DE LA HISTORIA

Innovadores y pioneros en su técnica, múltiples artistas españoles han sido referentes en el arte universal. Estos son algunos de los más importantes, tanto en España como en el mundo.

No hay duda de que Diego Velázquez (1599-1660) fue uno de los más grandes artistas del mundo, el más destacado del Barroco y del Siglo de Oro español. Sin embargo, este reconocimiento no sucedió hasta dos siglos después, aunque desde entonces no ha parado de crecer. El sevillano, proveniente de una familia acomodada, con 24 años fue designado pintor del rey Felipe IV de España, su mecenas y protector. A los 28 años fue nombrado pintor de cámara, el rango más alto, lo que le dio acceso privilegiado a la vida del palacio, retratando miembros de la familia real y figuras influyentes de la época. Tuvo un papel fundamental como retratista y en la decoración de los edificios reales. La relación de confianza entre Velázquez y Felipe IV le dio bastante libertad artística, y en su última etapa mostró una maestría en el manejo de la luz. En Las meninas (1656) aparecen dos elementos novedosos: el autorretrato del artista dentro de la obra, y el uso de la perspectiva gracias a los diferentes planos. Buena parte de la producción de Velázquez es considerada obra maestra, entre ellas la famosa Venus del espejo (1647).

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) fue otro pintor sevillano del Siglo de Oro que empezó a recibir encargos importantes tras su matrimonio con Beatriz Cabrera, sobrina de Tomás Villalobos, familiar del Santo Oficio de la Inquisición. Por eso, sus primeros grandes encargos fueron para conventos e iglesias. A lo largo de su vida, combinó los temas católicos con otros más costumbristas, como las series de niños mendigos y familias humildes, destacando en la técnica del claroscuro que define su estilo.


Por su lado, el aragonés Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) tuvo muchos paralelismos con Velázquez en parte de su obra, como La maja desnuda (1800) y La maja vestida (1805), reinterpretaciones del retrato clásico de Venus, y el retrato grupal La familia de Carlos IV (1800), que tiene grandes similitudes con Las meninas, incluyendo su propio autorretrato. Goya provenía de una familia de clase media, recibió una educación artística temprana y se trasladó a Madrid. En 1775, fue nombrado pintor de cámara por el rey Carlos III y, al igual que Velázquez, eso le dio acceso a la familia real y a personalidades influyentes. Goya alcanzó la fama y el prestigio en vida por su originalidad y habilidades técnicas. Con sus obras realizaba críticas sociales y políticas y sus temas conectan tanto con el barroco tardío como con el romanticismo español.

Tras los grandes artistas surgidos durante el barroco y el prerromanticismo, no será hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX cuando entren en escena una nueva oleada de talentos pictóricos en España, como Joaquín Sorolla (1863-1923). Representante del impresionismo y el posimpresionismo, el valenciano plasmó con un estilo elegante y luminoso los paisajes costeros. Nada menos que casi 3.000 cuadros y 20.000 dibujos y notas forman parte de una obra, tan prolífica como valorada internacionalmente.

El barcelonés Ramón Casas (1866 -1932) fue un pintor y diseñador gráfico cuyo padre había hecho fortuna en Cuba, lo que favoreció sus conexiones con la burguesía catalana, retratando a intelectuales, artistas, políticos y personalidades de la alta sociedad. Casas fue un magnífico ilustrador que con su obra ayudó a asentar las bases estéticas del modernismo catalán –estilo al que también pertenece el reconocido arquitecto Antoni Gaudí–. Ramón Casas se reunía con otros artistas de la época en un famoso bar de moda que imitaba a los parisinos, Els Quatre Gats.

A las reuniones de Els Quatre Gats acudía también un joven Pablo Picasso (1881-1973). El pintor malagueño atravesó diferentes estilos en su larga trayectoria artística, aunque se le asocia especialmente al cubismo. De familia burguesa, tenía un talento precoz: su primer cuadro, El picador amarillo, lo pintó a la edad de 8 años. Su padre ganó una cátedra en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde Pablo fue admitido con tan solo 14 años. En su época barcelonesa fue influenciado por el modernismo catalán y el impresionismo. A los 30 años se trasladó a París, donde entró en contacto con el círculo de surrealistas franceses liderado por André Breton. Allí llegó a ser arrestado e interrogado por el robo de la Mona Lisa, que había tenido lugar pocos meses antes. Picasso siempre se posicionó como pacifista y comunista, como lo demuestra una de sus obras más impactantes, el Guernica (1937), una pintura casi hipnótica que, en sus grandes dimensiones, refleja el horror de la guerra.

Picasso mantendría medio siglo de amistad con Joan Miró (1893-1983), a quien conoció en París en 1920. Artista abstracto y polifacético –también escultor y grabador–, la obra de Miró recrea elementos infantiles y de la cultura catalana. Rápidamente mostró su intención de separarse de las escuelas artísticas predominantes para seguir su propio camino creativo, creando un universo onírico y simbólico.

Contemporánea de ambos fue una de las pintoras más relevantes de la Generación del 27, la gallega Maruja Mallo (1902-1995). Hija de un funcionario de aduanas y republicana ferviente, Mallo tuvo relaciones amistosas y amorosas con los artistas más relevantes de la época, como Alberti y Miguel Hernández. Además, trabajó en publicaciones literarias, fue docente y expuso su obra en varios países. Ortega y Gasset organizó su primera exposición en la sede de La Revista de Occidente en 1928. Estuvo exiliada 25 años en Argentina, donde también cosecharía éxitos, trabajando en revistas de vanguardia y siguiendo con sus exposiciones en Brasil, Paris y Nueva York. Sus retratos coloristas se consideran precursores del pop art estadounidense.

El catalán Salvador Dalí (1904-1989) se referiría a ella, con quien compartía el estilo surrealista, como «mitad ángel, mitad marisco». Dalí, que provenía de una familia burguesa, fue un artista cosmopolita e innovador, cuya obra estuvo influenciada por los avances científicos, como se ve en Leda atómica. Su estilo único, con una gran maestría técnica, hizo de él un artista pintoresco que supo utilizar como nadie el marketing. En 1982, el Rey Juan Carlos I creó para él el título de Marqués de Dalí de Púbol.

Remedios Varo (1908-1963), por su parte, fue una artista gerundense que se exilió en México, donde desarrolló la mayor parte de su trayectoria artística y literaria, vinculada al esoterismo, el misticismo y la iconografía científica, con un resultado estético en la línea del surrealismo. Su obra no es tan conocida en España como en los países latinoamericanos, donde es objeto de estudio debido a la riqueza de su simbolismo.

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