Diego Rivera: maestro del muralismo y visionario del cambio social
La galería Schoelkopf de Nueva York exhibe hasta abril dos retratos infantiles de su autoría. Así, ofrece una ventana actual para volver la mirada al genio del muralismo mexicano y repasar su influencia en el arte y la sociedad.
El pintor Diego Rivera (1886-1957) fue una figura central en el movimiento conocido como “muralismo mexicano”, cuya búsqueda principal consistía en utilizar el arte para transmitir mensajes sociales y políticos. Sus murales, atravesados por historia, política, cultura y lucha de clases, se implantaron con hondura en la percepción del arte del público de Latinoamérica. Y, de la misma manera en que Argentina lo hicieron artistas como Antonio Berni, llevaron la voz de los desamparados a un público mucho más amplio, de culturas diversas.
A pesar de que, por la influencia de su obra y su relación con Frida Kahlo, su esposa, con quien vivió una tórrida y compleja relación, en estos días vuelve a ser noticia. ¿Por qué motivo? Es que dos retratos infantiles que llevan su firma y que se ubican en el periodo posterior a la Revolución Mexicana (que fue, a la postre, decisiva para la obra de Rivera) están a la vista hasta el 5 de abril en la galería Schoelkopf de Nueva York luego de permanecer durante muchos años como parte de colecciones privadas.
Concretamente, las obras son “Niño” y “Niña sentada con rebozo”, ambos de 1929. Las mismas habían integrado la exposición de 1931 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en su retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes, en 1949. La posibilidad de revisar estas obras de primera mano, supone una posibilidad de gran valor para el universo del arte.
La estética de Rivera
Rivera desarrolló un estilo único que combinaba influencias del arte precolombino, el renacimiento italiano y el realismo socialista. Esta última doctrina estética, surgida en la Unión Soviética post revolución del 17, apuntaba a representar la realidad de acuerdo con los principios del marxismo-leninismo y poner el eje en las aspiraciones del trabajador. Rivera, que absorbió el arte precolombino por su propio origen y conoció a los renacentistas en sus viajes a Europa, en cambio fue contemporáneo de la tendencia artística que se impuso en la URSS durante buena parte del siglo pasado.
Las obras de Rivera se caracterizan por una composición dinámica y la presencia de figuras monumentales. Además, se destacó particularmente en el uso de la técnica de fresco, que implica pintar sobre yeso húmedo. Esto derivó en que sus murales, en general de gran escala, pudieran tener una durabilidad excepcional.
El pintor mexicano creía en la accesibilidad del arte para todos, rechazaba la idea de que estuviera reservado a las élites. De ahí que su vocación con el arte público se haya manifestado a través de su participación en proyectos de muralismo que convirtieron espacios urbanos en verdaderas galerías de arte, al aire libre, que podían ser disfrutadas por cualquiera. Esta idea de democratizar el arte despertó vocaciones en artistas y movimientos en toda América, que se unieron en la premisa de llevar el arte más allá de los corsés impuestos por los museos y las galerías.