Para conocer bien cómo surgió el arte contemporáneo y las vanguardias del siglo XX tenemos que viajar hasta el final del siglo XIX, pues el impresionismo y el postimpresionismo establecieron las bases de todos los movimientos artísticos que habrían de venir después, con aquella primera pintura que se alejaba de la representación fidedigna de la realidad y que apostaba por una visión diferente, más artística, más moderna.
Las vanguardias que comenzaron a definir el arte contemporáneo se caracterizaron, además, por dar forma a un grupo. Un conjunto de artistas que, en una suerte de hermandad, firmaron su propio manifiesto y se lo mostraron al mundo a través de sus inconformistas lienzos y de sus pinceles que siempre apuntaban al futuro.
Aquellas vanguardias cambiaron los esquemas del arte y configuraron un nuevo mapa artístico, así como un nuevo ojo crítico y una nueva mirada, la mirada contemporánea. Y aquellas tendencias fueron algo así como hermanas de la misma familia.
El surrealismo
Los sueños y el subconsciente se apoderaron de las mentes de los artistas que dieron forma y sentido a esta tendencia, como los españoles Salvador Dalí o Joan Miró. Ellos dibujaron un mundo onírico, plagado de increíbles referencias y de guiños a sus miedos y pasiones más internos. Hoy, sus obras se admiran en museos como el Reina Sofía de Madrid o el MoMA de Nueva York. Y tienen, casi un siglo después, la bella capacidad de hacernos soñar despiertos.
El cubismo
El cubismo fue, quizá, la vanguardia con más matices. Primero, atravesó una fase en la que los artistas descomponían la realidad en formas geométricas; luego, quiso plasmar en dos dimensiones los múltiples puntos de vista de cada objeto, y lo hizo apoyándose en líneas rectas y el juego con distintos materiales, jugando con el collage, esa disciplina que hoy desarrollan tantas mujeres artistas.
De nuevo, artistas españoles fueron la punta de lanza de esta corriente de arte contemporáneo. De Picasso al escultor Pablo Gargallo, las aristas que ellos dibujaron y esculpieron siguen hoy admirándose desde mil perspectivas.
El arte abstracto
Dar un nuevo papel al lienzo y transformarlo en un rincón para plasmar las pulsiones más internas, aquellas que poco tienen que ver con las figuras ordinarias.
Eso es lo que logró el arte abstracto o no figurativo, caracterizado por no representar formas conocidas —no hay lugar para los seres humanos o los bodegones de objetos en esta corriente —, sino todo lo contrario.
Formas que no significan nada y que pueden significarlo todo. Cada persona que observa un cuadro lo interpreta de un modo u otro. Y para comprenderlo no hace falta mucho más que sensibilidad y aprender a dejar de mirar para empezar a ver.
El expresionismo
Esta vanguardia es pura emoción. Pintura que nos habla desde las entrañas. Arte que nos llega al estómago, que cuenta los sentimientos de una forma veraz y voraz. Expresión cargada de simbolismo, de trazos fuertes, de colores potentes, de rabia, a veces; de sueños, en otras ocasiones.
El expresionismo fue esencial en el desarrollo artístico del siglo XX, con grupos como el llamado El jinete azul reuniendo a significativos artistas y con obras, como ‘El grito’, de Munch, grabadas para siempre en nuestra memoria colectiva.
El fauvismo
Una de las vanguardias menos rompedoras si la miramos con los ojos del presente, pero si la observamos con los de la época en la que nació, la sensación cambia. Pintores como Henri Matisse o George Braque formaron parte del fauvismo, que dejaba de lado los colores naturalistas en pro de unos tonos más vibrantes y enérgicos, al tiempo que se apoderaba del trazo grueso.
Estas vanguardias, junto a otras quizá menos recordadas, como el dadaísmo o el futurismo, supusieron un cambio total del paradigma artístico a comienzos del pasado siglo. Y aún hoy, su huella se sigue sintiendo, incluso cuando oímos aquello de “en el arte ya está todo inventado” pensamos que, quizá, es porque ya lo hicieron los artistas de las primeras vanguardias.