La búsqueda de un yo latinoamericano
En gran parte, esa división entre países se fundamenta en la mayor o menor relación con la cultura indígena heredada. De ese modo, países como Perú, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Guatemala, ampliamente marcados por la herencia nativa precolombina y resistentes a las influencias externas, estarían en una posición opuesta a las naciones abiertas del Cono Sur, como la Argentina, Chile y Uruguay, bajo la constante influencia extranjera. Estos tipos ideales, como cualquier tipología básica, sirven sólo para el inicio de la reflexión, pues si consideramos los casos de México y Brasil resultan claramente más problemáticos.
En el ejemplo mexicano, es evidente, como lo pone de relieve la anécdota de Leopoldo Zea, que tanto la presencia de la cultura nativa como la influencia constante de lo extranjero (y el uso creativo que ella puede proporcionar) se sucedieron en diversos períodos. En el caso brasileño, ocurre otro tanto, en la medida en que se trata de una nación de proporciones continentales, con una presencia histórica de centenares de grupos indígenas, a la cual se agregó la herencia de sucesivas levas de esclavos africanos e inmigrantes de todas partes del mundo.
Por otro lado, las cosas se complican aún más cuando se hace referencia al Caribe y gran parte de América Central. En el caso caribeño, la presencia y el tipo de colonización (u ocupación) europea crearon una circunstancia cultural específica que dificultó una relación cultural fuerte con el resto de América. En América Central, la producción cultural se vio presionada por la influencia mexicana y norteamericana, como en los casos de Puerto Rico y Panamá.
Cualquier clasificación que busque unificar la historia de países o regiones latinoamericanas se ve condenada a la crítica y a la insatisfacción. Pero también evitar este camino significa rehusarse a comprender y a evaluar las diferencias y las similitudes. De cualquier forma, un relevamiento, aunque siempre sea incompleto, es necesario, y en lo que aquí se presenta se destaca el arte producido en México, la Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela, Colombia y Cuba, sobre todo si se considera el siglo XX.
En esos países, y en sus tradiciones, se encuentran con mayor vehemencia los temas que representan de forma abarcadora las problemáticas recurrentes de las artes modernas en las Américas: la relación conflictiva y creativa entre la influencia europea y la tradición precolombina (intensa en el caso mexicano y colombiano); la apropiación de los parámetros europeos y sus cambios (en el caso argentino y uruguayo); las concepciones y los desdoblamientos radicales y creativos del modernismo (especialmente significativos en Brasil y Venezuela); y el tema de la política y de la resistencia, sea ante el imperialismo norteamericano, sea por la disidencia o la tensión ante el comunismo (ambos, propios del caso cubano).
Todo esto habla de lo que diferencia a los países de América Latina. Pero hay también mucho que los iguala o identifica. El latinoamericano es, en su origen, el europeo al servicio de la expansión colonial capitalista, o es el otro trasplantado, integrado, esclavizado o masacrado por ese mismo proceso. Para el colono trasplantado y para el esclavo, América es un lugar extraño. Para los nativos del lugar, lo extraordinario viene del universo que la colonización impuso en su mundo.
Como explicó magistralmente el teórico del cine brasileño Paulo Emílio Salles Gomes, los latinoamericanos, sobre todo desde sus independencias, se colocan en la condición específica de aquellos a quienes, no siendo ni europeos ni americanos del norte, “y destituidos de cultura original”, nada les es “extranjero, y todo lo es. La penosa construcción de nosotros mismos se desarrolla en la dialéctica rarefacta entre el no ser y el ser otro”. En ese contexto, las artes visuales tuvieron y tienen un papel central. Su historia es una larga batalla en esa condición dependiente, que busca una identidad y una autonomía en igualdad de condiciones con sus antiguos (y nuevos) dominadores.
El arte aquí tratado, no de manera estrictamente cronológica, pues también se estructura en temas, es sobre todo el arte culto, o erudito. En esta visión panorámica no aparecen las gigantescas historias del arte precolombino, popular o indígena, salvo en rápidas referencias. Más que ofrecer un resumen del arte en el continente, el objetivo es buscar sus momentos decisivos, aquellos en que la relación tensa entre lo foráneo y lo interno, el extranjero y el nativo, pasa a ser genuinamente creativa, o sea, encamina una emancipación que debe ser entendida teniendo en cuenta el deseo de los latinoamericanos de tener su arte y tener como suyo el arte del mundo.