Muralismo latinoamericano: el arte como instrumento político
El muralismo latinoamericano nació en 1910 después de la Revolución Mexicana como forma de expresión política. Fue impulsado por activistas políticos de la época y desarrollado por grupos de artistas jóvenes.
El muralismo ha sido una forma de expresar a través del arte una oposición a las dictaduras y regímenes violentos que han caracterizado la historia política latinoamericana. En estos murales, los problemas sociales se plasman en imágenes, se aleja de la academia de arte tradicional y pretende suscitar el descontento y la protesta mediante la creación de un dominio público monumental para desafiar el arte aristocrático al que sólo unos pocos tenían acceso.
Su auge, sin duda, se dio en México alrededor de la década de 1920, donde luego de una revolución, las fachadas de los edificios gubernamentales fueron centro de manifestaciones a través de estos murales. Pero más que mostrar desacuerdo, el muralismo asumió el papel de educar a las masas recreando la historia del país.
Algunos de los exponentes que contribuyeron al desarrollo y evolución de este movimiento son:
Diego Rivera: Sus murales en el Palacio Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de México iniciaron este movimiento que luego fue continuado por José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, entre otros. Solía tocar, en sus obras, temas anticapitalistas y de apoyo a los movimientos obreros. Se proclamó revolucionario a los ojos del mundo por su mural en el Rockfeller Center de Nueva York en el que retrataba a Lenin y Stalin, que tuvo que ser retirado de inmediato.
David Alfaro Siqueiros: A lo largo de su carrera artística optó por crear murales que se destacaron por ser experimentales e innovadores. Viajó por toda América del Sur y estableció los principios del muralismo latinoamericano también en otros países. En sus obras jugó con la perspectiva, los ángulos e implementó la fotografía documental como parte del movimiento.
José Clemente Orozco: En el período de entreguerras aportó grandes creaciones al arte pictórico mexicano. Fue reconocido como intérprete entre la revolución y el arte.
Aun así, el muralismo tomó fuerza no sólo en México sino también en otros países de América Latina, quienes optaron por él como una necesidad de expresar su revolución a través de una manifestación artística.
En Chile, los muralistas surgieron después del triunfo de Allende con mensajes propagandísticos sobre las responsabilidades del Estado y sus ciudadanos. Allí no fue desarrollado por artistas individuales, sino por brigadas.
En Brasil se discutieron temas de gran importancia social como el racismo, las comunidades indígenas y la pobreza. Se hizo popular en las calles de los diferentes barrios y favelas también como medio de expresión del amor a la patria y la libertad en la sociedad.
Ecuador tomó el muralismo como un movimiento de recreación histórica. Posteriormente, el gobierno abrazó esta práctica histórica y dio paso a grandes artistas como Diógenes Paredes, Jaime Valencia y José Enrique Guerrero, Oswaldo Guayasamín y Galo Galecio para intervenir en lugares y edificios importantes de sus ciudades. Estos artistas tuvieron una notoria influencia histórica y pictórica de los muralistas mexicanos.
En Colombia, el muralismo fue inmediatamente rechazado por políticos y académicos, pero luego se convertiría en un movimiento muy mencionado y amado por ellos. Los muralistas más importantes se inspiraron en la historia del país, sus problemas sociales y las leyendas y mitos urbanos.
Este movimiento tampoco tardó mucho en extenderse más allá de América Latina, inicialmente por parte de migrantes latinoamericanos que a través de sus murales mostraban su identidad como inmigrantes y las convergencias y choques de diversas culturas.
Actualmente el muralismo mantiene su importancia, museos de todo el mundo exhiben sus obras e historias y en toda Latinoamérica se conservan edificios, bibliotecas y fachadas de obras de sus mayores representantes.
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