Un estudio publicado por MIT Technology Review encontró que la fase de “entrenamiento” del software de inteligencia artificial, utilizando solo una tarjeta gráfica de alto rendimiento, tiene la misma huella de carbono que volar a través de Estados Unidos. Esta huella es aún mayor en dispositivos más complejos, como los que se utilizan para crear obras de arte.
Esto es el resultado de la dependencia del alto consumo de energía de estos programas, que es responsable de la liberación de gases de efecto invernadero. Además, las computadoras y otros dispositivos utilizados para almacenar información de IA producen mucho calor y necesitan refrigeración.
A través del desarrollo de la zona, varias empresas tecnológicas comenzaron a adaptarse a la sostenibilidad. Microsoft, por ejemplo, anunció sus intenciones de ser carbono neutral para 2030, desarrollando herramientas para ayudar a los clientes a comprender su huella de carbono.
Sin embargo, es necesario extender estas iniciativas a todas las empresas del entorno tecnológico para que se minimicen los impactos artificiales de la IA.