El muralismo mexicano no es solo una corriente artística, sino un grito pintado en las paredes. Surgió tras la Revolución Mexicana (1910-1920), una época de grandes cambios sociales y políticos. El gobierno, buscando educar a una población mayoritariamente analfabeta, encargó a artistas que contaran la historia de México, sus luchas y sus héroes, en murales accesibles para todos.
Tres figuras destacan en este movimiento:
Diego Rivera, cuyas obras muestran la historia indígena y la lucha de clases.
José Clemente Orozco, más crítico y expresionista, que exploró la violencia y la tragedia humana.
David Alfaro Siqueiros, con una visión más política y técnica innovadora, que buscaba transformar al espectador.
Estos artistas convirtieron los muros en libros abiertos, donde cada pincelada era una lección de historia, cultura y resistencia. Sus obras no estaban en museos, sino en escuelas, hospitales y edificios públicos, demostrando que el arte pertenece al pueblo.
El muralismo también inspiró a movimientos similares en otros países como Chile, Argentina y Nicaragua, y sigue influyendo en el arte callejero actual.
Latamarte