Muralismo mexicano: la verdadera historia colonial accesible al pueblo
A principios del siglo XX, en el otro extremo de este territorio sin fronteras muy definidas que llamamos Latinoamérica, surge el movimiento que llamamos muralismo mexicano. El muralismo fue desarrollado y defendido por un grupo de pintores e intelectuales mexicanos, luego de la Revolución Mexicana de 1910, que derrocó a la dictadura de Porfírio Díaz, cobrando fuerza, incluso, por los horrores provocados por la Guerra Mundial y la Gran Depresión que se extendió por todo el entre las décadas de 1920 y 1930. En busca de cambios sociales, políticos y económicos, mestizos, clases medias y bajas, se unieron contra Porfirio Díaz, y fue durante este movimiento revolucionario en oposición a la dictadura que los artistas mexicanos también quisieron lograr una verdadera revolución artística, radicalizando las ideas de lo que sería el arte. No por casualidad, volvieron a la pintura mural (fresco): defendían que el arte debía tener alcance social, es decir, debía ser accesible a la gente.
Cuando Álvaro Obregón llegó al poder, implementó innumerables cambios en la sociedad mexicana. Realizó la reforma agraria, distribuyendo más de 3 millones de hectáreas de tierra a los campesinos; invirtió mucho en educación, ya que el 90% de la población era analfabeta, y estableció un fondo para promover las artes, que en parte se utilizó para financiar a los muralistas. Sus obras -realizadas en edificios públicos gubernamentales, judiciales y legislativos- fueron creadas para exaltar con orgullo el pasado indígena y originario, para reeducar al pueblo sobre la verdadera historia mexicana.
Importante notar: Los murales no hablaban de los héroes españoles que derrotaron a los mayas y aztecas en violentas batallas, sino de la masacre de los pueblos indígenas por parte de los colonizadores españoles, quienes, dondequiera que iban, construían iglesias e iconografías, celebraban misas, convirtiendo a aquellos. que no mató. ¡América Latina, después de todo, fue conquistada con imágenes, más que con armas!
Estos artistas defendían que el arte debía tener alcance social y, para ello, debía ser accesible a la gente. Luego adoptaron el muralismo ("fresco" era una definición europea) porque era un dispositivo eficaz para contar historias que consideraban importantes: eran fáciles de entender y no eran portátiles como un lienzo. De esta forma, impedían que nadie guardara lo mejor de la producción visual de la época en mansiones de altos muros o en polvorientos museos que la gente nunca soñaba con visitar.
Entre los principales nombres asociados a este momento vibrante del arte mexicano se encuentran José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre muchos otros. Este grupo es célebre no solo por la radicalidad de sus propuestas nacionales, sino también por su penetración internacional, ya que los muralistas ahora son solicitados en todo el mundo, realizando paneles en diferentes lugares de Estados Unidos y también de Europa. De hecho, la mayoría de estos artistas tuvieron algún tipo de paso por Europa antes de que el muralismo se arraigara tan profundamente. ¡Pero también es cierto que las lecciones estéticas europeas tuvieron poco que ver con el tema revolucionario que desarrollaron!
Así, el arte latinoamericano, en este sentido, es también plural, dinámico, contradictorio, híbrido y sincrético. La existencia de un arte latinoamericano viril e independiente presupone intercambio, confrontación y relación constante y abierta con el arte de otras naciones. Lo cierto es que el centro empieza a ser transformado por los márgenes.
Madre proletaria, de David Alfaro Siqueiros, en 1929
En el segundo bloque conversamos con la curadora e investigadora Sabrina Moura sobre la actualización de la idea de América Latina dentro del Arte Contemporáneo.